TALLISTAS DEL ROMÁNICO... ¿A QUE NO HAY HUEVOS?
El románico me gusta, me gusta su sencillez frente a ese gótico altivo y poderoso. Si fuese creyente sería como el románico, recogido y austero. Las formas los detalles sin estridencia. Todo sujeto al yugo de la todopoderosa institución de la iglesia bajo pena de arder en el infierno. Y ahí surgen esos capiteles fascinantes, tallados por personas cuyos trabajos aún hoy nos muestran cómo se enseñaba el evangelio. Con sus figuras talladas en las diferentes arquivoltas de los arcos de medio punto en las entradas de las iglesias. Porque el pueblo era analfabéto. Y con sus figuras del infierno y todo tipo de tormento que sufriría el pecador.
Y, de repente, te das cuenta que también hay otro tipo de figuras talladas. Figuras irreverentes, burlescas. Y es entonces cuando mi calenturienta cabeza empieza a viajar a esa época y se imagina una tontaría soberana pero que vaya usted a saber si tiene un fondo de verdad.
Me imagino a los maestros tallistas bebiendo en esas cantinas por la tarde noche tras un día de trabajo comentando la jugada:
- "El obispo me tiene hasta los cojones. No me ha pagado lo que me debía"
- "Pues a mi los monjes me han hecho repetir la figura dos veces porque decían que no les gustaba como estaba quedando"
Y entonces, al calor del vino aparece la frase que ha llegado hasta nuestros días:
- "¿A que no hay huevos de tallar un monje como si fuera un mono encima de un orinal?"
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